domingo, 26 de diciembre de 2010

Viaje al país de la abundancia

En África, el continente más pobre del universo, donde la carne, cualquier carne, es un lujo inaccesible que muchos solo prueban por Navidad, existe un país donde todos sus habitantes son multimillonarios. No existe nadie en ese país con menos de mil millones de dólares. Hasta los niños amasan grandes fortunas de millones de dólares.Como no son nuevos ricos, conviven con sus fortunas de una forma que en los países que nos hacemos llamar occidentales (aunque África también sea en su mayoría occidente) no sería concebida. A pesar de sus incalculables sumas de dinero, todos sus habitantes conviven de una forma muy humilde, viven de espaldas a su dinero y evitan cualquier tipo de lujo. En vez de grandes manjares, habitualmente prefieren platos a base de maíz y como no suelen ir a restaurantes, es difícil encontrarlos incluso en las grandes ciudades. Viven en casas tradicionales de espaldas a todas las comodidades modernas, por eso, la mayoría no tiene teléfono ni electricidad. Su falta de apego a sus fortunas y su estilo de vida alejado de comodidades y deseos no tiene nada que ver con ninguna religión de tipo budista, amish o huterita. De hecho, la mayoría son católicos, más católicos que nosotros, los occidentales. Tampoco basan su estilo de vida en ninguna filosofía de corte estoico, epicúrea ni escéptica, simplemente tener o no tener dinero no significa nada para ellos y paradójicamente todos tienen billones de dólares en sus casas. Su despreocupación por el valor del dinero llega al punto de que la mayoría no guarda su fortuna bajo llave. Si vas a sus casas puedes encontrar billetes de un millón de dólares hasta en el baño, aunque generalmente su fortuna está guardada en la despensa o algún armario. Curiosamente, para que el visitante extranjero se sienta rápidamente acogido en el país de los millonarios lo convierten rápidamente, por poco dinero que lleve, en multibillonario, si con b, pero con una sola condición: fuera del país ese dinero no puede usarse nada más que como recuerdo del viaje, de hecho, para no desestabilizar el mundo con nuevos multimillonarios, se acordó que ese dinero no valga para ninguna operación fuera del país de los ricos. No obstante, mientras estés dentro de ese bonito país, puedes hacer buenas compras en piedras preciosas como la esmeralda, la malaquita o la serpentina y oro y platino (mineral del que posee la segunda reserva del mundo), además de artesanías y cosas típicas. Generalmente, los turistas quedan tan agradecidos que dejan propinas de hasta diez millones en hoteles y restaurantes. En este país de 11 millones de habitantes, 11 millones de ricos, solo dos de cada diez habitantes tiene que ir a trabajar. Tienen tantos millones que comprar con dinero no tiene ninguna emoción, ya no le dan valor al dinero, por eso la mayoría prefiere hacer trueques, las cosas que se pueden trocar tienen un valor por sí mismas, cosa que el dinero cuando es tan común no puede lograr. El dinero tiene valor en los países donde hay gente que tiene mucho y gente que no tiene nada.
Resultará algo excéntrico que en este país, sus millonarios habitantes, en vez de papel higiénico utilicen billetes de mil dólares, pero no lo hacen por demostrar la poca importancia que le dan a sus grandes fortunas sino porque es más barato.
Los habitantes de Zimbabwe tienen la moneda con menos valor del mundo. La abundancia en este país es, sobre todo, una abundancia de ceros en los precios. En Zimbabwe, el país de los millonarios, los billetes necesarios para comprar pan pueden pesar más que la propia barra. Es casi imposible seguirle el valor a esta moneda porque se devalúa minuto a minuto. Los precios se multiplican cada hora y con el dinero que te cuesta un coche por la mañana por la tarde solo puedes comprar una rueda. Los ordenadores y calculadoras no pueden manejar todos los ceros, ni siquiera en los productos más baratos. Al banco nacional no le da tiempo de producir tantos billetes como necesitan para mantener la economía. El 16 de diciembre, un millón de dólares de Zimbabwe equivalía a 30 céntimos de euro. En junio, antes de que le quitaran 10 ceros a los billetes, por un euro podías tener hasta 3 billones de dólares zimbabweses. La inflación sigue subiendo y pronto tendrán que volver a sacar billetes de billones de dólares. En 2006 la eliminación de 3 ceros conllevó a una subida mucho más aguda de los precios. Los precios se doblan de día en día. En la actualidad, la inflación podría alcanzar o superar los mil millones por ciento, a principio de diciembre era de 231millones% y hace seis meses era del 14millones%. Se estima que la tasa de inflación se dispare a 4 mil millones por ciento (en España, donde nos quejamos de la subida de precios y este año se van a adelantar las rebajas, durante este año hemos alcanzado la mayor inflación desde 1997 llegando al 4,6%).
El Estado es el principal cliente del mercado negro porque no existe otra economía. En el mercado negro, los precios de los artículos, escasos, pueden variar y ser hasta 10 veces más altos. La única manera de sobrevivir como empresario es llevar una contabilidad ficticia para que nunca haya efectivo porque se evapora. Todos los comercios y compañías sufren pérdidas desde hace meses, pero si cierras te expones a ser expropiado, es un círculo vicioso. En este acaudalado país, la esperanza de vida ha pasado en tres décadas de 60 a 35 años. El sistema de salud es inexistente. Las escuelas y universidades (antes las más avanzadas del continente) apenas operan con un 20% de alumnado. Las aguas fecales discurren por las calles con un alcantarillado obsoleto, el agua está contaminada por falta de purificación y la basura se acumula sin recoger. Desde agosto una epidemia de cólera ha acabado con la vida de más de 1.000 personas y decenas de miles lo han contraído. El sida se cobra 2.300 vidas cada semana, entre el 30% y el 40% de la población es portadora (60% entre las mujeres fertiles y el 30% de los recien nacidos) y el 25% de los niños es huerfano por esta enfermedad. Por si fuera poco, Zimbabwe sufre la más grande sequía que se recuerda y casi la mitad de sus habitantes no tiene acceso a alimentos. Su presidente, Robert Mugabe, culpa de todos estos males a un complot internacional liderado por el Reino Unido.

Mugabe tiene 84 años y en 1979 liberó al país, entonces llamado Rodesia, del apartheid. Se estima que aproximadamente un 20% de la población total del país han sufrido tortura, incluidas las denominadas “violaciones políticas” a mujeres que pertenecen a la oposición, sospechosas de serlo o casadas con militantes. Hace unos días declaró "Zimbabwe es mío. Nunca, nunca, nunca dimitiré". Mientras grita "Zimbabwe para los zimbabwenses", las epidemias y el hambre estan acabando con su población y el 25% de la población, ha emigrado ya a Sudáfrica, Namibia y Gran Bretaña (principalmente huye su personal más cualificado). Entre tanto, al parecer, Zimbabwe se esta llenado de chinos, oficialmente son turistas, pero se piensa que China esta financiando al gobierno a cambio de que 4 millones de sus pobres puedan cultivar sus tierras y explotar sus yacimientos de platino.
Zimbabue era conocida como la joya de África: paisajes de ensueño como las cataratas Victoria y parques naturales espectaculares por los que deberían pelearse los turoperadores, tierras fértiles que lo convertían en uno de los principales graneros del continente, población instruida y recursos naturales de lujo: oro, níquel, platino, paladio, acero... El potencial es tan alto que grandes potencias como China y el Reino Unido pugnan para estar bien colocadas para cuando el padre de la patria abandone la escena y se abran las ventanas.

Gracias a Javier Serrano, Lector de español en la Universidad de Makerere, Kampala, (Uganda)
por inspirar esta historia.