jueves, 9 de julio de 2009

Recuerdos de un boquerón

Nací en marzo, 30 minutos antes de un martes 13, desde entonces mi suerte no es buena, ni mala, como casi todo en mí es normal, ¡que suerte!.
Nací en Málaga, capital de la Costa del Sol y de casi todos mis sueños. Me gustan las grandes ciudades y los pueblos pequeños, pero para vivir prefiero capitales. Viví mis primeros meses junto al mar, en el playero barrio de Pedregalejo. En ese lugar parece estar mi centro de gravedad, paso allí todas las tardes que puedo, allí me encuentro a mi mismo cada vez que me pierdo. Si las personas tenemos raíces allí se esconden las mías. Existe otro lugar en el mundo donde me pasa algo parecido: en la Alhambra, junto a la Alhambra, frente a la Alhambra, no se la explicación (allí no llega el olor a espetos y boquerones). Dicen que con unos meses caí de cabeza desde el taburete de un bar, "botaste como una pelota", dice mi padre todavia con gesto de terror. No creo que tenga algo que ver con que nunca me haya gustado el futbol, tampoco con mi preferencia por los bares con taburetes altos. Si que puede tener relación con mi tendencia a olvidar pronto los grandes golpes. También cuentan que con dos años ya comía con cuchillo y tenedor “como las personas mayores” y sin manchar el mantel. Mis abuelos, orgullosos de mi educación, me llevaban a menudo de viaje con ellos. En los hoteles “la gente se acercaba a verte comer”, decía mi abuela. Sorprendía por mis modales, pero de repente un día, sin venir a cuento, ante el estupor de todos, solté un “¡COÑO!”. Como a la gente le hizo gracia, lo repetí varias veces durante aquel fin de semana. En cuanto volvimos a Málaga mi abuela se reunió con mi padre y le pidió que no dijera tacos delante mía porque los repetía en público, sin saber que estaba mal. Mi padre, muy apurado, se contenía al máximo, pero en ocasiones se le iba el control y soltaba un “¡Coooñ!”. Aunque finalmente se reprimía, el resultado fue más negativo si cabe. Al fin de semana siguiente, cuando algo no me gustaba en Carratraca (el hotel-balneario al que soliamos ir) , yo decía sin disimulo “¡coooñ!”. El escándalo fue tremendo, “mira el niño con lo pequeño que es y se da cuenta de lo que dice y se contiene”. Mi abuela se ponía colorada de vergüenza, le daba “bochorno”, igual que los días de calor, pero me miraba sonriente. En mi vocabulario no existen palabrotas. Otro de mis primeros recuerdos es de preescolar. Mi hermano Alberto tendría 3 años, yo 5; los recreos los pasábamos juntos en el patio del colegio y aquella mañana se dedico a rebuscar entre las piedras “cochinitas” (oniscídeos o cochinillas de humedad). Prefiero no pensar a que se debe su nombre, sobre todo sabiendo lo que pasó a continuación. Estaba llenando una bolsa con ellas y antes de que pudiera darme cuenta tenía una en la boca, puag! ¡Que impresión! ¿Cómo podría comérselas? Su razonamiento no lo olvidaré nunca, el día anterior se le había roto en el mismo lugar una bolsa de conguitos y estaba convencido de que esas bolitas (con patas) eran sus conguitos de ayer. Fue dificil convencerlo.Al curso siguiente mis padres nos sacaron de aquel colegio, hasta hace poco no supe que el motivo era uno de mis siguientes recuerdos. El miércoles de ceniza, nos llevaron a la capilla del colegio. Allí estaban todos los alumnos del centro escuchando a un hombre muy serio vestido de blanco. Por el silencio y atención que todos le prestaban entendí que era algo grave. Hablaba del sentido de la muerte, de que nuestra vida continuaría en el cielo si éramos buenos creyentes, hablaba del arrepentimientos y de otras cosas muy, muy serias. Yo me empecé a sentir muy triste y oprimido, “Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”, entonces pidió que, por orden, fueramos pasando por delante suya para echarnos unas cenizas que eran “símbolo de Jesús que murió por nosotros”. Primero fueron los mas mayores, el silencio era sepulcral, solo se oía “polvo eres y en polvo te convertirás” y proseguían su camino hasta salir por la puerta trasera y perderse de nuestra vista. “Polvo eres y en polvo te convertirás”, “polvo eres y en polvo te convertirás”, “polvo eres y en polvo te convertirás”,… Conforme llegaba mi momento me fui poniendo más y más nervioso. No sabía que tipo de poderes tenía aquel hombre. Me parecía increible que nadie protestara por lo que estaba pasando. Todos iban como borregos hacia aquella muerte segura. Los profesores solo intervenían dando una señal con la mano cada vez que les tocaba acudir a los niños del curso siguiente. No se si fue mi imaginación, pero recuerdo perfectamente la imagen de una montaña enorme de cenizas al otro lado de la puerta, fuera de la capilla. Cuando empezó levantarse la fila anterior a la mía salte corriendo por encima de mis compañeros de banca y escape corriendo con todas mis fuerzas, me iba la vida en ello. Salí gritando como un despavorido, era mi instinto supervivencia. Ya en la calle mi tutor me alcanzo, hasta ese día lo veía como a un ser querido, pero aquel día le vi la cara de monstruo que escondía. No sé como lograron dominarme entre el y el resto de profesores. Fue mi tutor quien, un año más tarde, contó a mis padres lo que él consideró “una anécdota”. Mis padres me sacaron inmediatamente de aquel colegio, pensaron que, al ser del OPUS, tarde o temprano las anécdotas dejarían de serlo.
No volví a pasar cerca de aquel colegio hasta 12 años más tarde. “Otra vez miércoles de ceniza”, caí en la cuenta al verlo. Ese era el camino para llegar al cementerio, volvía de Madrid, ese día incineraban a mi hermano Alberto. Tres días antes, mientras dormía, me despedí de él con un beso, sentí que esa era una despedida distinta, para siempre. Dos años de quimioterapia lo habían consumido, también a mis padres. Ese miércoles no pude entrar en la capilla del Cementerio, no sé si habría salido gritando, como cuando tenía cinco años, pero esta vez las cenizas si que estaban al otro lado de aquella puerta.CONTINUARÁ...

2 comentarios:

  1. Alejandro Hidalgo Ruiz19 de agosto de 2009, 4:08

    Queridisimo Alfonso; me has emocionado como hacia tiempo nadie lo hacia al leer tu blog, recordando momentos de la infancia y viendo las fotos junto con tus hermanos Alberto y Silvia ( siempre en mi recuerdo ). En la lectura, he retrocedido en el tiempo reviviendo las numerosas tardes de juegos y meriendas en el jardín de casa. Aquellos maravillosos años...
    Un abrazo muy cariñoso, y gracias, gracias, gracias....
    En momentos como este sobran las palabras, no es necesario explicarte lo importante que sois para mi. Espero verte muy pronto.

    Alejandro Hidalgo Ruiz.

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  2. Fenomenal!! Un artíclo de 10! sin duda alguna me ha encantado este escrito, espero que no perdamos el contacto y nos veamos pronto!
    saludos!!

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